Iris Murdoch (1919-1999)
Iris Murdoch, la mujer más brillante de Inglaterra, así la conocían en su tiempo a esta gran escritora y filósofa.
Escribió numerosas obras tanto de filosofía como de literatura. De personalidad muy versátil se reconocía capaz de seducir a cualquiera y lo hacía con las personas a las que admiraba intelectualmente, como algunos de sus profesores, manteniendo relaciones eróticas tanto con hombres como con mujeres, antes y durante su matrimonio con John Bailey, un compañero no tan interesado en las relaciones sexuales y que la cuidó hasta el final de sus días en que ella enfermó de Alzheimer.
Iris Murdoch tenía una gran vitalidad, riqueza e ingenio que plasma en sus novelas. Para ella la literatura es para disfrutarla y reflexionar sobre los conflictos morales. Sus ideas sobre la filosofía moral, su búsqueda de la bondad y “cómo ser moralmente mejores” se transluce en las situaciones que construye en sus novelas. La trama hilada a través de su gran habilidad narrativa nos presenta situaciones accidentales e imprevisibles, muchas veces fruto de enredos por enamoramiento súbitos entre personajes inimaginables. Como aparece en su libro El sueño de Bruno: “El amor no conoce convención ninguna, todo puede suceder. No hay ninguna imposibilidad.”
En sus novelas explora el yo interior, la psicología más profunda de los personajes posicionándonos en sus variadas mentes. Sea en una novela centrada en un personaje principal como es El mar, el mar como en una novela coral El libro y la hermandad, todos los personajes están esculpidos de forma muy compleja, cada uno es singular, aunque entre novelas se repiten algunos patrones de perfiles psicológicos. La reproducción en primera persona de los pensamientos más íntimos hace que pensemos en sus novelas como psicológicas. Las salidas y entradas en escena al estilo vodevil tienen un rimo frenético y junto con sus diálogos se ve una estrecha relación con el teatro. Aunque el tema de enredos amorosos pueda parecer convencional, Iris Murdoch lo aborda desde el continuo juego de perplejidad del lector ante situaciones de lo más imprevisibles.
Hay personajes más inocentes y otros con malicia, otros se debaten entre lo pasional y el puritanismo,… en general todos acaban entrelazados entre sí en una multitud de relaciones complejas y nos adentra en sus pensamientos, de lo más dispares y propios de cada personalidad. Las preocupaciones continuas de lo que piensan unos de otros que no tiene por qué coincidir con lo que piensan que piensan los demás de ellos.
El libro y la hermandad está construido sobre una telaraña de relaciones de enamoramientos, envidias, amistad y secretos no desvelados de un grupo de amigos que recuerdan su época de estudiantes de humanidades en Oxford y son conscientes de la evolución de sus relaciones entre sí y de la ideología política desde sus años de estudiante al presente. El trascurso del tiempo es clave ya que la novela gira en torno a una hermandad que es este grupo de amigos que de estudiantes decide financiar la escritura de un libro de filosofía política por parte de uno de los compañeros que es David Crimond.
Crimond es un personaje misterioso, admirado y odiado, un genio pensador marxista, lobo solitario y egoísta, un erudito que dedica su vida al pensamiento y a la divulgación de ideas revolucionarias. La visión que tienen sus antiguos compañeros de él en esos años pasados difiere de la que tienen en el presente en la que presenta sus ideas políticas revolucionarias para ellos demasiado radicales y el dilema se presenta en que siguen financiando un libro del que no saben nada. ¿Se seguirá escribiendo o estará abandonado hace tiempo? Con el miedo de que si sale a la luz sea de ideas completamente diferentes a las actuales de la hermandad. De cómo las ideas políticas evolucionan a medida que cada uno sigue el curso de su vida, de sus estudios y vida profesional.
Después de las casi setecientas páginas de El libro y la hermandad da la sensación de que se podría continuar y continuar leyendo sobre Gerard, Tamar y Jean, se trata de un periodo de tiempo acotado en la vida de unos personajes, que como en las películas de Rohmer, supone un fragmento de su vida concreto en el que les acompañamos que bien podría extenderse en el tiempo.