domingo, 8 de abril de 2012

LAS AMARGAS LÁGRIMAS DE PETRA VON KANT (Rainer Werner Fassbinder, 1972)



El individuo descubre que es "libre"  en el sentido negativo, es decir, que se halla solo con su yo frente a un mundo extraño y hostil. Una vez que hayan sido cortados los vínculos primarios que proporcionaban seguridad al individuo, estará en condiciones de progresar hacia la "libertad positiva", estableciendo espontáneamente su conexión con el mundo en el amor y el trabajo, en la expresión genuina de sus facultades emocionales, sensitivas e intelectuales: de ese modo volverá a unirse con la humanidad, con la naturaleza y consigo mismo. El otro cambio diferente al de la libertad positiva es el de retroceder, abandonar su libertad, la rendición completa de la individualidad y de la integridad del yo, por ejemplo con tendencias compulsivas hacia la sumisión y la dominación

EL MIEDO A LA LIBERTAD - ERICH FROMM




                                                                                           Petra von Kant / Marlene    

Dominación / Sumisión 
La exitosa diseñadora de moda Petra von Kant se despereza por la mañana en su cama, la despierta Marlene, su sirvienta que vive con ella y a la que utiliza como esclava de sus deseos cotidianos. En la primera parte de la película R. W. Fassbinder nos presenta la relación de dominación-sumisión que hay entre ellas dos, Marlene obedece sumergida en su silencio y observa a su amada, a la que consiente desprecio y tiranía sobre ella, interiorizando el sufrimiento que, a veces irremediablemente, se materializa en lágrimas silenciosas sobre su rostro exageradamente maquillado. El mutismo de Marlene simboliza una sumisión extrema como evasión de la propia libertad, se entrega a la sádica Petra y a sus caprichos olvidándose de sí misma, como una autómata que deja en manos de su ama el poder de decisión sobre su vida y sus actos. Es un personaje crucial en torno al que gira la película entera, una presencia omnipresente, testigo de todas las situaciones y base de la propia existencia de Petra, quien sin ella perdería totalmente su sentimiento de superioridad y seguridad en sí misma. En cambio, Marlene se deja esclavizar y castigar como fruto de una relación masoquista en la que su sentimiento de inferioridad se ve aún más aplastado por el sadismo ejercido sobre ella por parte de Petra, quien no depende menos de la otra, más bien su dependencia es feroz, ya que no busca la destrucción de su compañera, sino ver su sufrimiento psíquico de cerca y mantenerla dominada y a sus pies día a día.






Sidonie y el matrimonio
La visita de Sidonie marca las posiciones enfrentadas en las que se encuentran ambas mujeres respecto a la libertad individual y el matrimonio; para el asombro de su prima, Petra ha pedido el divorcio a su marido Frank tras un derrumbe de la relación que Sidonie achaca a la falta de humildad por parte de ambos. Petra alude a la vanidad masculina inherente en los hombres que la frena a desarrollarse como individuo, a la imposibilidad de su marido a ejercer una dominación sobre ella a través de su dependencia económica porque en este caso es la mujer quien logra un gran éxito profesional y eso Frank no lo acepta; el hombre no soporta en su interior que su mujer le supere. Se distancian entrando en una lucha de orgullos desembocando en una  frialdad en el ambiente que les lleva al desprecio mutuo, al asco y la inevitable separación.

La cámara se desliza lenta y suavemente en largos planos secuencia alrededor de las mujeres de cuellos cubiertos por plumajes extravagantes. Siguen charlando sentadas en la cama, Petra, mientras se maquilla, le explica a su prima que no es el adulterio la posible causa de tal desastre, buscaban una relación de amor bello y diversión, alejándose de todo matrimonio de normas establecidas, se divertían sin pensar en fidelidades impuestas, eso no era el problema. Fue el orgullo dolido de Frank. Dolido por no ejercer de macho dominante en la relación. Ese orgullo arrastraba a Petra a no expresar su cariño hacia él, vivía en un miedo constante a ser tierna, a perder y ceder en la relación, pasar a ser la parte débil y dejarse dominar, miedo a expresar amor, estaban en un círculo vicioso en que ninguno expresaba y se alejaban sin poder dar marcha atrás. Sidonie la compadece, Petra no quiere compasión sin comprensión.




Karin

Petra von Kant, que ha logrado durante años tener a sus pies a Marlene, conoce a través de Sidonie a Karin, una jovencita que acaba de llegar de Australia y quiere hacerse un hueco en el mundo profesional. Entablan una conversación en la que Petra, vestida con un extravagante vestido de collares que deja al descubierto su huesuda espalda acorrala y persigue a la hermosa Karin de curvas y voluptuoso trasero en un baile de contrastes, mientras hablan sobre la trágica infancia de la joven. Petra la aborda como un felino e intenta seducirla sin saber que es ella quien está siendo seducida y llevada hacia una catarsis pasional que ni se imagina. Petra fantasea una vida juntas, la invita a vivir con ella y se enamora cada día más, va cayendo ella misma en una sumisión absoluta a los deseos de Karin, que se aprovecha de la situación para obtener una carrera profesional en el mundo de la moda. Cuando lo consigue, no duda en dejarla y marcharse con su marido que ha vuelto a Alemania.
  





Crisis
Petra cae en la más absoluta desesperación, su sufrimiento puede con todo y en presencia de su madre y de su hija representa una dramática escena de destrucción de ella misma y de todo lo que le rodea, gritos y llantos, odio y rabia que lanza hacia todas las mujeres de su vida. La hija le implora su amor materno, pero esta la rechaza y su madre permanece tensa, dolida por descubrir el amor de Petra por otra mujer. Lo rompe todo y se rompe ella misma, tumbada sobre un extenso suelo de plumas blancas que la envuelve, mientras se abalanza sin razón ni vergüenza sobre el teléfono que suena sin parar el día de su cumpleaños, a la espera de oir la voz que tanto ansía volver a escuchar, la voz de su amada Karin. “Quiero morirme, mamá, lo deseo como nunca.” Esta impactante secuencia impregnada de terrible dolor concluye subrayada por “Un di felice” de la ópera de Verdi La Traviata. En el escenario único que es el dormitorio-estudio, la cama ocupa el espacio central con el óleo “Midas y Dionisos” de Nicolas Poussin como telón de fondo del teatro en que las cinco mujeres de la película entran y salen al escenario: Petra von Kant, Marlene, Sidonie, Karin, la hija y la madre. Pero en esta secuencia la cama ha cambiado de disposición quedando libre el suelo aplumado donde Petra desespera agonizante y borracha. 




Madre
Petra se encuentra en la cama junto a su madre y ya sosegada hablan del miedo a la soledad, la madre le insiste en creer en Dios para no sentirse sola, pero Petra le responde ”no es consuelo”. Hablan del miedo a que la madre la odiara por amar a otra mujer, ante eso la madre responde “quizás lo haga”. Quizás la madre fría y distante odie a su hija, las dos están solas y se odian. Con la presencia de Marlene al fondo, solo visible al espectador, Petra reflexiona en voz alta, da un paso atrás y se observa a ella misma, ya desde otra perspectiva y con la razón, se baja del pedestal de su orgullo y admite: “hay que aprender a amar sin exigir, a Karin no la amaba, lo único que quería era poseerla.”

Ahí está la clave, su desesperación por poseerla y dominarla, la había cegado creyendo que la amaba, pero su mayor deseo era tenerla para ella misma y no admitía que la joven no la amara, cuando ella había tenido el poder de poseer cualquier cosa, no soportaba que Karin se le escapara de sus manos, pretendiendo comprar su amor y su fuerza se desvanecía cuanto más inalcanzable se hacía, y más a sus pies caía al no poder obtenerla ni utilizarla. Solo encuentra la soledad. Y cae sobre su propia trampa, Petra había caído en la sumisión a la que ella misma tenía sometida a Marlene.




 Adiós

Cuando se recompone y se dirige a Marlene pidiendo disculpas, prometiéndola un futuro juntas, libertad y diversión; le pide que le hable de su vida, se pone a su altura, ya no le grita y le niega su servilismo y sumisión, ya no quiere eso, Petra la va a tratar como se merece, ¿pero Marlene quiere estar a su altura y empezar una nueva vida juntas de relación de igual a igual? Suena “The Great Pretender” del vinilo de The Platters, la música de su juventud. Marlene no lo duda, hace su maleta, se pasea segura desapareciendo fuera de campo a un lado y a otro del dormitorio. Se ha terminado. Se va. Sin palabras. Así ya no habrá nada entre ellas.



Fassbinder explicó :"la sirvienta deja a Petra porque acepta la opresión y la explotación y tiene miedo de la libertad que le ofrecen. Porque al mismo tiempo que la libertad, llega la responsabilidad de tener que reflexionar sobre su propia existencia, lo que hasta ahora no ha hecho nunca. Siempre se ha contentado con ejecutar órdenes y nunca ha tenido que tomar decisiones personales. Tiene miedo a la libertad y, cuando deja a Petra, no creo que se dirija hacia la libertad sino que va en busca de otra vida de esclava. Mucha gente ha tenido la impresión de que al final se libra, pero esta no es mi opinión en absoluto. Sería demasiado optimista y utópico creer que una persona que durante treinta años no ha hecho nada, que solo ha pensado lo que los demás han pensado por ella, de repente vaya a escoger la libertad."

2 comentarios:

  1. Es terrorífica esa rueda cíclica (valga la redundancia) que convierte al dominador en dominado y al dominado en dominador de otros mundos... Como muy bien dejas caer, la peli funciona como metáfora perfecta y potentísima (quizás por eso, por su consciente alejamiento del realismo y por su manierismo controlado es una de mis películas favoritas de Fassbinder), ya no solo a nivel de pareja, o de relaciones íntimas o familiares, como se muestra directamente, sino también a nivel de jerarquía social, de estructura y lucha de clases... Y cómo el miedo, en el fondo, llega a ser el motor de buena parte de nuestros comportamientos, el miedo no solo a lo desconocido, sino también el miedo a la perpetuidad, a que nada cambie, a que lo extraordinario se convierta en rutina... El miedo a pensar que no se podrá dejar de vivir, como Petra, o el miedo a la libertad de Marlene.

    Y también me gusta esa idea de la inversión de roles como fruto de la variabilidad de las emociones íntimas, el papel cambiante de una sola persona respecto a unos u otros y la imposibilidad, en muchos casos, de modificar modelos de relaciones que ya han sido selladas por el tiempo. ¿En qué momento se llega a ese límite? ¿En qué punto deja de ser posible modificar los modelos de empatía que tenemos con otra persona? En ocasiones es imposible empezar de cero, por suerte o por desgracia.

    Enhorabuena por el texto! Me ha sugerido muchas cosas. Ah, y el nexo con el texto de Fromm, todo un hallazgo!

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    1. ¡Muchas gracias Faus!

      Lo más terrorífico es que este tipo de relación dominación-sumisión, exagerada y ampliada con lupa en la película, se repite hasta la saciedad a nuestro alrededor pero de forma mucho más sutil; y hablar de ella puede suponer algo escandaloso para algunas personas. Utilizar el poder para esclavizar al más débil y verle sufrir o por el contrario verte sometido a los deseos y órdenes de alguien idealizado, una autoridad en el trabajo o tu cónyuge en una relación dependiente y masoquista, es de lo más común.

      La dominadora se convierte en dominada, y, como tú dices a nivel de jerarquía social, vemos cada día cómo los mismos que machacan por un lado a los que tienen debajo disfrutando con su sufrimiento son condescendientes y aduladores hacia los que tienen más arriba, soportando sus golpes con placer.

      ¿Imposible modificar un modelo de relación ya establecido con otra persona y empezar de cero? Supongo que ambas personas tendrían, primero que querer y luego esforzarse mucho por modificarla; todo es posible, pero lo fácil y cómodo es seguir igual sin enfrentarse a ningún cambio.

      ¡Hasta otra! :)

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