lunes, 25 de junio de 2012

LES RENDEZ-VOUS D´ANNA  (Chantal Akerman, 1978)





Anna, una joven libre y solitaria ha emprendido un viaje hacia sí misma. Las simetrías de los escenarios son espejos en los que se mira, se busca, se encuentra; se descubre libre pero sola, es el precio que paga por la libertad. Caminos que no recorre, ataduras que rechaza, compromisos de los que huye; todo se lo encuentra en su viaje en tren por la vida, un tren que no se detiene, camino de paradas fugaces en habitaciones de hotel, amantes por una noche en alquileres baratos, encuentros más que citas, encuentros que el azar pone a su disposición para que descubra el mundo, su mundo, se redescubra y siga tejiendo su libertad con los hilos del azar. 

Una mujer, madre de un antiguo amante le intenta convencer a Anna de que vuelva con su hijo, que se case, que tenga hijos,... Anna escucha, porque nadie sabe escuchar mejor que ella, nadie comprende el mundo de forma tan sencilla, mientras le dice: si no tienes hijos, cuando se muera tu madre estarás sola; eso le decía, sin las madres y sin hijos nos quedamos solos en el mundo... Ella se despide y sube de nuevo al tren.

La confesión a su madre de nuevos descubrimientos de ella misma se convierte en su refugio. En la cama, dos mujeres que se escuchan y se comprenden, sin que los tres años que han pasado separadas signifiquen una barrera para la confianza, sino una razón más para unirse y saber que no están solas. 

Anna escucha a los demás, pero junto a su madre siente la necesidad de contar y confesar el descubrimiento y atracción por una mujer, siente la comprensión y el abrazo, la ternura y la aprobación de su madre, esa dosis que necesita Anna para seguir su camino con la frente bien alta, mirada dulce y ojos de lágrimas libres. 

Sigue su camino, se reencuentra con su amante de Paris, quien antes de acostarse con ella sufre por su inminente pérdida al amanecer, Anna nunca se queda, coge el siguiente tren y llega a casa, donde entre lágrimas escucha los mensajes retenidos en el contestador el tiempo que ha estado fuera, el tiempo que ha hecho que vuelva siendo otra persona, en continua transformación y distanciándose hacia una forma de ver la vida que no es compartida por los que le rodean, una visión del mundo y las relaciones que Akerman nos transmite a través de su alter ego Anna, la dulce Anna.




Es la segunda película que veo de Chantal Akerman y ya estoy deseando ver Jeanne Dielman y Noche y día.

La primera que vi fue Je, tu, il, elle, su primer largometraje de ficción y de las películas más personales que he podido encontrar, ya que no solo la directora nos lleva a su mundo más íntimo mostrándonos sus miedos, espacios y búsquedas, y nos transmite estados de ánimo con un lenguaje silencioso y visual, lento, en tiempo real, un tiempo dilatado en el que se autoanaliza; sino que además es ella misma, Chantal Akerman quien se desnuda, literalmente, ante la cámara, ante nosotros, de la forma más natural y libre de prejuicios para abrir nuevos caminos al cine sobre la liberación de la mujer. Una directora atrevida, provocadora y comprometida.

Simetrías










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