Una mujer,
madre de un antiguo amante le intenta convencer a Anna de que vuelva con su
hijo, que se case, que tenga hijos,... Anna escucha, porque nadie sabe
escuchar mejor que ella, nadie comprende el mundo de forma tan sencilla,
mientras le dice: si no tienes hijos, cuando se muera tu madre estarás sola;
eso le decía, sin las madres y sin hijos nos quedamos solos en el mundo... Ella
se despide y sube de nuevo al tren.
La confesión a
su madre de nuevos descubrimientos de ella misma se convierte en su refugio. En
la cama, dos mujeres que se escuchan y se comprenden, sin que los tres años que
han pasado separadas signifiquen una barrera para la confianza, sino una razón
más para unirse y saber que no están solas.
Anna escucha a
los demás, pero junto a su madre siente la necesidad de contar y confesar
el descubrimiento y atracción por una mujer, siente la comprensión y el
abrazo, la ternura y la aprobación de su madre, esa dosis que necesita Anna
para seguir su camino con la frente bien alta, mirada dulce y ojos de
lágrimas libres.
Sigue su
camino, se reencuentra con su amante de Paris, quien antes de acostarse con
ella sufre por su inminente pérdida al amanecer, Anna nunca se queda, coge el
siguiente tren y llega a casa, donde entre lágrimas escucha los mensajes
retenidos en el contestador el tiempo que ha estado fuera, el tiempo que ha
hecho que vuelva siendo otra persona, en continua transformación y
distanciándose hacia una forma de ver la vida que no es
compartida por los que le rodean, una visión del mundo y las relaciones que
Akerman nos transmite a través de su alter ego Anna, la dulce Anna.
Es la segunda película que veo
de Chantal Akerman y ya estoy deseando ver Jeanne Dielman y Noche y día.
La primera que vi fue Je, tu, il, elle, su primer largometraje de ficción y de las
películas más personales que he podido encontrar, ya que no solo la directora nos lleva a su mundo más íntimo
mostrándonos sus miedos, espacios y búsquedas, y nos transmite estados de
ánimo con un lenguaje silencioso y visual, lento, en tiempo real, un tiempo
dilatado en el que se autoanaliza; sino que además es ella misma,
Chantal Akerman quien se desnuda, literalmente, ante la cámara, ante nosotros,
de la forma más natural y libre de prejuicios para abrir nuevos caminos al cine
sobre la liberación de la mujer. Una directora atrevida, provocadora y
comprometida.
Simetrías
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