Rojo y Negro se convierte
en MI libro..., ¿será la emoción que todavía me acompaña
después de varios días de haberlo terminado? Dejar unos días de
reposo al final apasionado y lacrimógeno me da la perspectiva
suficiente para valorarlo como, sin atreverme a decir la mejor, una
de las mejores novelas que ha caído en mis manos. Y solo me quedan
las ganas de que dentro de unos años haya olvidado los detalles para
releerla como si fuera la primera vez, ansío una futura visita a sus
páginas que me vuelva a conmover con la misma intensidad.
Es inevitable reconocer
en Rojo y Negro lugares comunes con la literatura de
Dostoievski debiéndose a que comparten la condición de
novela psicológica, siendo los estilos, fondo y forma de lo
más dispares entre ellos. Sin embargo, la comparación nos lleva a
que ambos exploran la mente humana, la autoconsciencia de la conducta
de uno mismo y desgranan permanentemente el papel que cada individuo
juega dentro de la sociedad.
Tomando por ejemplo
Crimen y Castigo, Raskolnikov se mueve por reflexiones filosóficas
desde el distanciamiento y aislamiento; en cambio Julien Sorel se
integra y sumerge en las distintas capas de la sociedad francesa del
momento de forma camaleónica. Y ambos de clase baja, proletaria y
campesina respectivamente, el primero no pretende salir de ella y el
segundo a toda costa. Pero en ambos se profundiza dentro de sus
mentes en un continuo autoanálisis de su mente y personalidad.
Rojo y Negro construye de
manera precisa y realista un carácter, el peso de la novela recae en
la personalidad de Julien Sorel. Stendhal dibuja un condensado
retrato de las pasiones y condición humana. En este caso el joven
cura encarna la hipocresía eclesiástica y en general la hipocresía
de la sociedad tanto en los pueblos de provincias como en la capital,
París. Julien reflexiona sobre este concepto repetidamente, fruto de
la observación de la gente que le rodea y su manera de actuar, y
utiliza su conocimiento e inteligencia superior para hacer de eso un
arma con el que conquistar a la sociedad. Y lo hace, precisamente,
siendo hipócrita. Un cura hipócrita consciente; y de su consciencia
constante no hay momento en que no actúe en función de lo que le
marca su objetivo, de forma premeditada, fría y totalmente
calculadora; un carácter maquiavélico opuesto a una fisonomía que
inspira ternura e ingenuidad. Un estratega de las relaciones
sociales: Rojo de soldado y negro de cura; el disfraz para moverse
bajo sus estrategias de ataque y defensa.
A su vez vive en la
contradicción por el deseo de pertenencia a la misma sociedad que
critica, carente de valores y autenticidad, en soledad lee a
Voltaire, oculta su admiración por Napoleón y se enamora. El amor
se interpone en su camino, su cabeza fría deja de estarlo para
acalorarse apasionadamente y perder el rumbo. De ahí su lucha entre
lo racional que le dicta su mente y lo irracional de su corazón que
le frena en sus ambiciones. Lo describe como un estratega del amor:
batallas de seducción con claros ataques, defensas y retiradas a
tiempo.
El romanticismo
stendhaliano más pasional en contraposición con un profundo
análisis social y político.
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