sábado, 3 de diciembre de 2011

LA BELLA MENTIROSA (Jacques Rivette, 1991)





El proceso creativo de una obra de arte es un viaje personal e íntimo, que puede alargarse en el tiempo, sufrir altibajos o nunca despegar; un ensayo y error continuo en busca de la inspiración dentro de uno mismo. Este recorrido interior del artista Frenhofer en "La bella mentirosa" arrastra a la modelo Marianne hacia una aniquilación de su persona, el pintor la utiliza como mero instrumento de trabajo, la maneja como un bodegón al que cambia elementos y posiciones, sumergido y cegado en la obsesión de encontrar el alma de la modelo. Abatido por su falta de inspiración, abandona; pero Marianne se rebela, cansada de ser un un objeto usado a su antojo, reivindicando sus propios movimientos, sus posturas naturales mucho más sugerentes, cambiando de esta forma los roles en la relación pintor-modelo y convirtiéndose ella en el sujeto dominador. Frenhofer se rinde ante la naturalidad de las nuevas posturas y va descubriendo lo que tenía dentro, desnudándose ante el lienzo y creando, por fin, su obra maestra: "La bella mentirosa".


Rivette demuestra ser un maestro de la luz, dibujando con la cámara, las luces y sombras que resbalan por el cuerpo curvilíneo y desnudo de Emmanuelle Béart. Es una pena que Rivette no eligiera una mano más experta, que hubiera hecho de los planos secuencia en que boceta, dibuja y pinta, momentos de mayor placer e intensidad creativa para el espectador que se deleita con la práctica de la pintura, con una mayor evolución en la calidad de los cuadros, a medida que se aproxima a su máxima inspiración.


Asumiendo que ha creado una obra de arte, nos presenta la reflexión sobre el destino de la misma, ¿qué pasaría si la verdadera obra se mantuviera escondida a ojos de la sociedad y de la Historia? La obra que tanto le ha costado parir a Frenhofer, que él mismo dice que debe haber sangre en el proceso de creación, queda emparedada por el artista para la eternidad. Y finalmente el cuadro que presenta al galerista como resultado de su trabajo, es un cuadro cualquiera. Pero no importa, ya que el comprador no cuestiona la valía de la obra, para él no es más que un mero objeto de consumo.